Al igual que la política o el fútbol, la fe en el más allá es un arduo asunto, de difícil abordaje, en la medida que se construye sobre sentimientos, emociones y actos de fe, lo que dificulta su racionalización. A pesar de su naturaleza, claramente pantanosa, afrontaremos el análisis de las creencias religiosas con la mayor objetividad posible. Para ello, comenzaremos diferenciando dos conceptos clave y determinantes: sentido de transcendencia y religión.
El ser humano es, sobre todo, un animal transcendental en la medida que no deja de preguntarse ¿qué hace aquí? y ¿cuál es su misión y propósito en la vida? El sentido que damos a nuestras vidas y los objetivos a largo plazo que nos fijamos son el resultado del ser transcendente que habita en cada uno de nosotros. El para qué de nuestras decisiones y acciones, y la ubicación y rol que hemos decidido tomar ante los acontecimientos que nos rodean son los aspectos que dan sentido a nuestra existencia.
Y es así, no por influjo mágico o dádiva de una deidad, sino como eficaz e ingenioso mecanismo de supervivencia de la vida, la especie y el individuo. Préstese atención al atributo ingenioso porque no es asunto menor. El ingenio es una característica única de los seres humanos dentro del mundo animal. Luego, los animales, al no disponer de ingenio, no necesitan de razón transcendental o motivo para sobrevivir, sólo con los instintos básicos, dotados de serie por la naturaleza, es suficiente para aferrarse a la lucha por la supervivencia sin necesidad de pajas mentales ni otro tipo de artilugios cognitivos, no así en nuestro caso.
Viktor Emil Frankl, neurólogo y psiquiatra vienés, escribió uno de esos 10 libros que deben leerse antes de pasar a mejor vida: El hombre en busca de sentido. Pues bien, en la segunda impresión de la edición de 2004, en las páginas 120 y 121 dice: “Logos” es una palabra griega que equivale a “sentido”, “significado” o “propósito”. La logoterapia o, como la han denominado algunos estudiosos, la Tercera Escuela Vienesa de Psicoterapia, se centra en el sentido de la existencia humana y en la búsqueda de ese sentido por parte del hombre. De acuerdo con la logoterapia, la primera fuerza motivante del hombre es la lucha por encontrar un sentido a su propósito de vida. Por eso aludo constantemente a la “voluntad de sentido”, en contraste con el principio de placer (podríamos denominarlo “voluntad de placer”) que rige el psicoanálisis freudiano y, en contraste, también con la “voluntad de poder”, enfatizada por la psicología de Alfred Adler.
Cómo llega Viktor a esta conclusión. A través de qué agudos experimentos y lógica dialéctica concluye Viktor su teoría. Ahora viene lo mejor. ¡Atentos! La génesis de su famosa logoterapia se haya en su propia experiencia como prisionero en los campos de concentración nazis. Allí, en el corazón de las tinieblas del averno nazi, rodeado de dolor, aflicción, tortura y calvario, observó gente que decidía poner fin a su vida dejándose llevar, y personas que, por el contrario, se aferraron a la vida con tanta codicia que lograron sobrevivir. Y buscó el denominador común que caracterizaba a los segundos. En la página 127 del libro, Viktor describe lo que halló con sencillez y maestría: Me atrevería a afirmar que nada en el mundo ayuda a sobrevivir, aun en las peores condiciones, como la conciencia de que la vida esconde un sentido. Hay mucha sabiduría en las palabras de Nietzsche: “El que tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo”. Yo descubro en esas palabras un motor válido para cualquier psicoterapia. Los campos de concentración nazis dan fe de que los prisioneros más aptos para la supervivencia resultaron ser aquellos a quienes esperaba alguna persona o les apremiaba la responsabilidad de acabar una tarea o cumplir una misión (hecho confirmado con posterioridad por los psiquiatras norteamericanos en Japón y en Corea).
En cambio, la religión es un medio, un instrumento, para otorgar sentido a la vida, un entorno para gestionar la necesidad transcendental que todos sufrimos. Para Bernard Joseph Francis Lonergan, teólogo católico canadiense, la religión satisface la necesidad transcendental del ser humano a través de un conjunto de creencias (la fe en lo sobrenatural, profecías y cosmovisiones), experiencias (que evocan sentimientos y emociones) y prácticas (ritos, liturgias y ceremonias) con medio de vinculación y relación con una divinidad, fuente de sentido.
Kenneth A. Shouler, profesor asociado de filosofía en el County College of Morris (CCM) en Randolph, New Jersey, afirma que en todo el mundo existen actualmente 4200 religiones vivas. ¡Casi nada! Más de la mitad de la población mundial se manifiesta religiosa. Luego no debemos ni podemos banalizar esta realidad social. La cuestión es si existe alguna relación entre el fenómeno religiosidad y otros factores que expliquen por qué la religión, hoy por hoy, es la respuesta más habitual a la necesidad transcendental del ser humano. Que más de la mitad de la población mundial profese culto a una o varias deidades no puede ser fruto de la casualidad. Ha de haber una o varias variables que expliquen un hecho tan extendido.
Comenzaremos esta exploración buscando la existencia de potenciales relaciones entre religión y los factores socioeconómicos de la comunidad que profesa el culto.
El Índice Mundial de Religiosidad y Ateísmo de 2012, basado en la autopercepción de las creencias religiosas de más de 50 mil hombres y mujeres de 57 países de los cinco continentes, realizado por WIN-Gallup International, organización norteamericana dedicada a la investigación social cuantitativa, anotó que el 59 % de las personas se identifican a sí mismas como religiosas, un 23 % como no religiosas y un 13 % como ateas.
A continuación, hemos buscado el porcentaje de la población atea declarada en los once países menos religiosos del mundo, según el citado estudio, y lo hemos comparado con el PIB per cápita (US$ a precios actuales) 2013 del Banco Mundial, a modo de indicador de riqueza del país. El resultado es:
PAÍS: % DE ATEOS US$ Per Cápita
- China: 47% 7.050,6$
- Japón: 31% 40.454,4$
- República Checa: 30% 19.916$
- Francia: 29% 42.592,9$
- Corea del Sur: 15% 25.890$
- Alemania: 15% 46.530,9$
- Países Bajos: 14% 46.680,4$
- Austria: 10% 50.716,7$
- Islandia: 10% 49.522,2$
- Australia: 10% 68.150,1$
- Irlanda: 10% 51.590,2$
Quedan fuera de esta lista países como Noruega, Suiza, Suecia, Dinamarca, Canadá, Estados Unidos o Gran Bretaña, todos ellos con un PIB per cápita superior a los 40.000 US$ en el año 2013.
Por lo tanto, en base a estos datos, inferimos que parece no existir una relación clara y directa entre la riqueza de un país (y su nivel socioeconómico), con su grado de religiosidad. Del mismo modo, tampoco resulta evidente una correlación sostenible entre el modelo sociopolítico y el porcentaje de ateos.
En consecuencia, dada la aparente ausencia de relación entre el fenómeno religiosidad y los factores socioeconómicos del país, exploremos ahora los factores individuales.
Miron Zuckerman, psicólogo de la religión norteamericano, en una investigación social de 2013 encontró que a mayor cociente intelectual es menos necesaria la religión para resolver la necesidad transcendental del ser humano. En una dirección similar, Amitai Shenhav, David G. Rand y Joshua D. Greene, investigadores de la Universidad de Harvard, publicaron en el año 2011 un estudio donde evidenciaron que las personas con pensamiento intuitivo tienen mayor probabilidad de creer en Dios que aquellos individuos que denotan pensamiento reflexivo. El pensamiento intuitivo es proceso cognitivo en el que se pondera más el instinto y las primeras sensaciones en la toma de decisiones, frente al pensamiento reflexivo que se caracteriza por cuestionar los instintos y considerar una amplia variedad de posibilidades en la toma de decisiones. Como sospecha, querido lector o lectora, en efecto, el pensamiento intuitivo es ágil y rápido, y el reflexivo es lento y tedioso.
A la luz estos hallazgos, ahora sí parecen encajar las piezas. Si, como hemos dicho al principio, la necesidad transcendental del ser humano, el sentido o razón de vivir, es una creencia o propósito, cuya naturaleza es sentimental (con estatus evolucionado y superior a los instintos animales), las personas cuyo esquema de pensamiento es intuitivo, y por lo tanto emocional, tendrán más empatía o conectividad con las explicaciones religiosas que acentúan el acto de fe (el propio sentimiento en sí) y no se detienen en los porqués. Por el contrario, en las personas con pensamiento reflexivo es el análisis de los porqués lo recabará su atención, eludiendo explicación religiosa alguna por sencilla y simplista.
De otro lado, si, como dice Miron Zuckerman, las personas con mayar capacidad intelectual disponen de más recursos cognitivos para buscar respuestas alternativas al acto de fe que define el sentimiento religioso, continuando con esta misma línea analítica, pensamos que quizá los estudios también deberían incluir otras variables, más importantes de los que creemos, por cuanto podrían intervenir e influir en la elección de la respuesta a la necesidad transcendental del ser humano. Ahí van nuestras conjeturas:
- La gestión del tiempo: si soy una persona con alta capacidad intelectual pero una agenda muy apretada, sin apenas tiempo para el ocio, y he realizado un análisis de prioridades, mediante un Pareto, probablemente la respuesta al sentido de la vida estará a la cola de mis preocupaciones; por lo tanto, o bien puedo elegir la respuesta más sencilla (la religión), o dejarme llevar directamente por las creencias de mi entorno.
- La disposición para hacer algo que requiere esfuerzo o constituye una obligación, especialmente trabajar: si soy rematadamente vago, sin oficio ni beneficio alguno, aun siendo el más inteligente de este mundo, poco o nada dedicaré a pensar en el sentido de mi vida, con vivir ya es más que suficiente. En esta situación, si todo mi entorno es creyente pues yo seré creyente, y ya está.
Para no simplificar en exceso los razonamientos, miremos a la ciencia. Hasta finales del siglo XIX, la física clásica distinguía entre ondas y partículas. Con el nacimiento de la mecánica cuántica, esta distinción desaparece y se comprueba que la luz tiene naturaleza dual: tan pronto se comporta como onda, como actúa como partícula, de modo aleatorio, desapareciendo la causalidad (implícita en la física clásica y que responde a la pregunta “por qué”, bajo la idea de que todo está determinado y ordenado) y reapareciendo la casualidad (que define la mecánica cuántica y que responde a la pregunta “para qué”, idea fuerza del libre albedrío y la posibilidad de elección). En una carta de Einstein a Max Born le dice: “Tú crees en un Dios que juega a los dados y yo creo en la ordenación total y en las leyes de un mundo que existe objetivamente”. Nunca antes una teoría, la mecánica cuántica, sufrió de tantos experimentos para intentar denostarla, pero cuantos más experimentos se hacían, más se ratificaba. Si la ciencia, con todo su sofisticado instrumental objetivo y empírico, tiene dificultades para dilucidar si el mundo se rige a través de porqués o paraqués, ¿Cómo diablos no va a ocurrir lo mismo entre lo material, el cuerpo, y lo espiritual, el sentido transcendente del ser humano?
Y, hablando de diablos, Keyser Söze, personaje principal de la película The Usual Suspects (1995), afirma a través del actor Kevin Spacey: «La mejor jugada del diablo fue convencer al mundo de que no existía».
Por último, y como contrapunto a todo lo anterior, y con el objetivo de estimular su reflexión, ahí van las palabras de un extraordinario amigo, Manuel Fernández Gochi: <<después de la anterior retórica y si vamos directos al asunto, ¿tal vez dios es una pura entelequia y la praxis del anhelo sobre dios, es solo una inseguridad y una huida hacia adelante, negando que solo somos materia para la siguiente transformación, es decir, “pura materia prima”?>>
¿Cuál es su opinión?